La nación triste

Corea del Sur (en adelante Corea) ha avanzado a pasos agigantados en pocas décadas. El país pasó de tener una economía basada en la agricultura a mediados del siglo pasado a ser un gigante de la tecnología hoy en día. Esta transformación llevó consigo la reconstrucción de un país devastado y la salida de la pobreza que dejó la guerra. Cambios tan rápidos crean desequilibrios en las sociedades. En Corea, la sociedad apenas ha tenido tiempo de adaptarse a los nuevos tiempos y se ha enfrentrado de forma repentina a la gran modernidad que plaga su país hoy en día.

Aunque es una de las naciones más prósperas del mundo (ocupa el lugar 11 según su PIB), cuenta con una tasa de paro muy baja y su población es una de las más longevas del mundo (indicador de calidad de vida), Corea del Sur es un país triste. En el último estudio de satisfacción de vida realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Corea ocupa el lugar 31 de los 38 países objeto del estudio. Pero este dato va unido a otro aún más preocupante: Corea del Sur es el segundo país del mundo con el mayor número de suicidios y el primero entre los países miembros de la OCDE. En 2015, el suicidio era la quinta causa de fallecimiento en Corea del Sur, siendo la primera entre la población menor de 30 años.

¿Por qué no son felices los coreanos? Una de las respuestas a esta pregunta tiene que ver con la introducción de este artículo: debido a la historia del país. Durante décadas lo más importante en el Corea fue cómo implementar y mejorar el tejido industrial para que el sistema económico mejorase y la nación pudiese despegar económicamente. Todo fue viento en popa hasta la crisis de 1997. Al igual que sucedió en Europa y Estados Unidos tras 2008, Asia se vio afectada por una crisis financiera en 1997. Aunque fueron muchos los países afectados (la mayoría del sudeste asiático), Corea del Sur se encontró ente los que más sufrió las consecuencias.

Una de las soluciones que se dieron en el país para poner fin a los problemas acarreados por la crisis fue flexibilizar el sistema laboral: despedir trabajadores se convirtió en algo tremendamente fácil. Debido a la crisis, muchos perdieron su empleo, fueron forzados a jubilarse o pasaron a cobrar un sueldo menor.  Fue en este momento en el que la ciudadanía comenzó a temer que su empleo pudiera verse rescindido en cualquier momento, así que la competitividad por conseguir un trabajo seguro se volvió feroz. Esta inseguridad provocó que muchos trabajadores que temían perder su trabajo aceptasen condiciones laborales abusivas, lo cual repercutió seriamente en su vida personal. El estrés al que se vieron sometidos muchos de estos trabajadores hizo que comenzasen a ver sus vidas como años destinados al trabajo duro sin ningún tipo de realización personal, un hecho que llevó consigo no solo la infelicidad, sino que aumentó los pensamientos suicidas entre la población. Tanto la inseguridad como los problemas de salud mental serían heredados pronto por la generación surcoreana más joven.

Conseguir un trabajo con un futuro seguro se convirtió en un requisito fundamental en la sociedad. Para ello, la educación se posicionaba como el factor más importante, lo que hizo que la competitividad se volviese extrema entre aquellos que querían conseguir los mejores trabajos. Esto no significaba estudiar una cierta carrera, sino que cada etapa de la vida de un estudiante era de vital importancia para su futuro. Una escuela primaria de prestigio abría las puertas a una escuela de secundaria excelente y solo de un instituto de renombre podrían salir estudiantes directos a las mejores universidades. Este hecho hizo que la presión para alcanzar las mejores notas fuese extrema sobre los chicos y chicas en edad escolar. No solo los padres esperan que sus notas en clase sean excelentes, sino que, para mejorar su rendimiento aún más, les envían a academias privadas que impiden que los jóvenes cuenten con tiempo libre del que disfrutar. Esta mentalidad conduce a la juventud a un camino de soledad debido a la competitividad y al individualismo necesarios para poder destacar sobre todos los demás. En Corea del Sur, los jóvenes se ven atrapados entre una modernidad que demanda de ellos individualismo y la consecución de objetivos a veces inalcanzables, y la tradición, haciendo que deban recordar el valor de la familia unida y las costumbres, lo que les deja en una posición difícil de entender.

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La extrema presión para alcanzar ciertas metas que quizás no sean las suyas hace que miles de adolescentes sufran depresión e incluso hayan tenido pensamientos suicidas. Según un estudio de la Universidad Yonsei publicado en 2016 titulado 8th International Comparative Study of the Happiness Index for Children and Young People, los jóvenes surcoreanos son los menos felices de los 22 países de la OCDE que fueron objeto de estudio. De los casi ocho mil estudiantes entrevistados, un 26,8% de los estudiantes de bachillerato confesaron haber tenido pensamientos suicidas, mientras que el porcentaje en educación secundaria era de 22,6% y en educación primaria de 17,7%, habiendo todas las cifras experimentado una subida desde el año anterior.

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¿Y qué hace el gobierno para remediar esta situación?

 

En 2012 se tomó una medida que, aunque albergando las mejores intenciones y cargada de simbolismo, resultó no mostrar los resultados deseados. El puente Mapo sobre el río Han a su paso por Seúl se había ganado el sobrenombre de “El puente de los suicidios” debido al elevado número de personas que se habían arrojado desde él. Para intentar desalentar a todos aquellos que pensasen saltar desde él, las autoridades idearon una campaña llamada “El puente de la vida” y plagaron las barandillas del puente de paneles luminosos en los que se podían leer frases como “¿Cómo estás hoy?” y “Sé que es difícil”.

Quedemos otra vez~
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Tras un año en vigor, la campaña no solo no funcionó, sino que el número de personas que hicieron del puente un lugar en el que terminar sus vidas aumentó: se multiplicó por seis. Tal es la importancia de este puente que se creó un equipo de rescate destinado a socorrer a todos aquellos que se lancen al río desde el puente Mapo. Si quieres conocer más sobre esta patrulla y sobre la infame historia del puente, echa un vistazo al reportaje elaborado por VICE en el que siguen de cerca el trabajo de este equipo.

En el año 2016 el gobierno surcoreano aprobó un plan con medidas concretas para abordar las enfermedades mentales, el cual duraría cinco años. Este plan tiene como objetivo la pronta detección de este tipo de enfermedades y obligaría al estado a ayudar a los pacientes a financiar sus tratamientos, así como crear campañas para disminuir los prejuicios contra estos enfermos. Esta no es la primera vez que el gobierno intenta luchar contra la pandemia del suicidio: tanto en 2004 como en 2009 se crearon planes quinquenales para abordar la reducción de los suicidios. En 2011, el gobierno aprobó la Ley para la Prevención del Suicidio y la Creación de una Cultura de Respeto por la Vida.

Referencias: