Gregorio de Céspedes

El jesuita Gregorio de Céspedes fue un jesuita español que ejerció de misionero en Extremo Oriente durante el siglo XVI. Pasó más de 34 años en Asia. Fue uno de los misioneros que introdujeron el cristianismo en Corea. Hoy en día, alrededor del 30% de la población de Corea del Sur se considera cristiana.

Gregorio de Céspedes llegó a Corea desde Japón, en 1592. Un contexto de invasión no parece ser el más propicio para observar las costumbres de otro país. Sin embargo, Gregorio y sus compañeros no compartieron la brutalidad de las hostilidades japonesas. Poniendo en peligro sus propias vidas consiguieron abrir una ventana al mundo respecto a Corea.

Hasta entonces, la imagen de Corea en Europa había llegado muy fragmentada. Fundamentalmente, a través de mercaderes árabes que comerciaban con la corte china. La información no era muy certera. Calificaban al reino coreano como insular o realizaban localizaciones impropias situándolo mucho más lejos de Japón. En cuanto a la idiosincrasia del país, fruto del desconocimiento, aludían a él como un país de bárbaros.

La llegada de misioneros a Corea

Durante el siglo XVI, la actitud de Corea para recibir visitantes no era hospitalaria. El reino de Corea había estado sujeto a incursiones de tribus Jurchen por el norte, que habían sido repelidas en colaboración con la corte Ming. También habían tenido lugar ataques de piratas japoneses que habían saqueado diversas ciudades costeras. Es probable que el único sesgo positivo hacia un país extranjero se tuviera hacia el contemporáneo imperio chino.

Evangelización en Japón. Funte: Google Search.

En Japón hubo un breve periodo de tolerancia religiosa, que se inició con San Francisco Javier y que supuso algunas décadas de evangelización. La llegada de Gregorio de Céspedes, primero a tierras japonesas y posteriormente coreanas, tuvo lugar después de ese periodo que acabó en 1587. En este tiempo, especialmente durante la invasión japonesa de Corea, los misioneros cristianos se encontraban infiltrados en las filas de algunos oficiales japoneses. Asumían un papel muy discreto ya que los decretos contra el cristianismo habían entrado ya en vigor en Japón.

Una vez en Corea, se opusieron a la guerra. Se sorprendieron por la destrucción sin medida que se hizo en tierras coreanas, con numerosos robos y saqueos. Y trataron de introducir un toque de cordura, mientras otras facciones japonesas seguían a pies juntillas las órdenes del comandante japonés Hideyoshi.

Junto a Gregorio de Céspedes había otros misioneros, como Luis de Guzmán, que también dejaron constancia de las costumbres coreanas. Estos misioneros jesuitas escribieron sobre el rey coreano y el modo de vivir en la capital. Explicaban cómo el soberano era muy respetado por la gente. Y describieron cómo la capital tenía un alto nivel de vida y de cultura.

La aceptación del cristianismo

Con misioneros ya aceptados décadas atrás en la corte china de la dinastía Ming, las élites en Corea comenzaron a tener curiosidad por esta nueva religión. El diplomático coreano Yi Kwang Yong llevó a la capital coreana muchos volúmenes referentes al cristianismo en 1603. Entre ellos se encontraba un atlas del mundo, elaborado en Pekín, por el jesuita Matteo Ricci a finales del s. XVI, así como diversas obras teológicas que explicaban la religión cristiana a los neófitos.

Gracias a los misioneros como Céspedes y a los libros cristianos llevados desde Pekín, hubo en los años siguientes bastantes controversias en la corte en torno a los fundamentos del cristianismo. Se analizaron sus diferencias para con el budismo y el taoísmo. Antes de aceptar la religión, se procedió a escrutarla minuciosamente. Se comprobó que casaba bien con las costumbres y prácticas del pueblo coreano. Esta dialéctica doctrinal, durante la cual hubo cierta tolerancia, se prolongó durante más de 150 años, hasta el siglo XIX. Incluso los estudiosos confucianos, que se jactaban de sólo estudiar clásicos orientales, también llegaron a estudiar de forma somera el pensamiento occidental, incluido el cristianismo.

La época de misionero de Céspedes coincidió con la de otras importantes figuras occidentales: en China, Matteo Ricci, o en Japón, San Francisco Javier. Constituyó un momento único, en la que dos espiritualidades se colocaron frente a frente e iniciaron un fructífero diálogo entre oriente y occidente.

Como muestra de gratitud a la labor de Céspedes en Corea, se inició en 1991 un hermanamiento entre su localidad natal, Villanueva de Alcardete (Toledo) y la localidad coreana Chinhae, cerca de la cual residió. Es una de las muestras más vivas de esta fraternidad hispano-coreana.

 

Fuente:

  • Yi Su-gwang. Chibong Yusol Vol.II, World Nations, Foreign Countries.
  • Kim Han-sik. The Influence of Christianity, Korean Journal XXIII, diciembre 1983, p.5.