Generación K

Una vez dentro, no hay retorno. Así definiría el sentimiento que despierta todo  producto coreano en el resto del mundo. ¿Por qué? K-pop, K-dramas, K-shows y un largo etcétera llegan a través de las redes sociales a todos los rincones del planeta, a cualquier casa con conexión a Internet, a cualquier edad y sexo, enganchando con sus buenos modales, amplias sonrisas y dulces diálogos.

Yo misma he sido víctima de la profunda huella que deja el estilo pulcro y aniñado de los héroes del Hallyu. Cuando ves un reality de Corea del Sur sabes que no vas a encontrar peleas, insultos desgarbados o tensión. En definitiva, malas vibraciones, impulsos negativos. Sabes que va a resultar poco cargante y armonioso, que seguramente vas a compartir unas risas con la pantalla de tu ordenador y vas a desear que te suceda lo que a los protagonistas. ¿Ese mundo pintoresco que aparecía en los cuentos de Disney? Algo así, pero en versión adulta.

Llevamos unos años de crisis económica, pero también social y cultural en occidente. El sistema se siente pesado con responsabilidades externas a uno mismo que hemos de llevar en la mochila sin que nadie nos pidiera permiso. La degradación de la sociedad en occidente nos lleva a fascinarnos por la cultura coreana donde lo que se exterioriza es un mundo de ensueño donde reina la paz y la felicidad. La televisión es puro entretenimiento lleno de talento y preparación. En nuestro país y otros estados occidentales semejantes a España encender el televisor supone una afluencia de historias negativas que llegan a tu mente; discusiones, malos modales, malos hábitos… En definitiva, parece hacer hincapié en lo peor de nuestra sociedad.

Hace unas décadas, con la liberación de sociedades reprimidas por las censuras y otros métodos de restricción, EE. UU. se convirtió en el modelo a imitar: la música, los libros, las películas, las guerras, los tratados, los productos, los anuncios… todo un aluvión de cultura norteamericana que recibimos con asombro y curiosidad. Nuestro referente durante años ha sido imitado en todas las facetas culturales posibles hasta la saciedad denigrando nuestras propias ideas: nuestro cine, nuestro cómic, nuestras series, nuestra música… Se convirtió en hábito pensar que el producto cultural nacional era peor al americano y en esas seguimos.

968969_472414782844249_1547451473_n

Pero ahora algo cambia. Aunque la mayoría siguen al decadente líder mundial, nuevos paradigmas sociales irrumpen gracias al acceso a la información en nuestros micromundos. Mientras que la gigantesca China comienza junto con la India y un poco de Brasil a hacer patente su ingente poder económico basado en la explotación de sus recursos naturales y trabajo mal pagado, Corea del Sur trasporta un nuevo paradigma social en lo referente a la cultura.

¿Por qué cuando empiezas a vivir informado sobre este mundo ya no puedes dejarlo? Son muchas cosas. Te hace sentir adolescente, joven de espíritu siguiendo a los ídolos musicales. Los programas son entretenidos y, se basen o no en diálogos totalmente estudiados y monitorizados, son agradables para la vista y los oídos transmitiendo alegría, buen humor, buenas vibraciones y talento. La inocencia de los dramas te atrapa por rememorar los sentimientos más puros del ser humano y la cándida bondad que normalmente triunfa. El idioma y su alfabeto, hangul, te hipnotiza con esos trazos y construcciones totalmente ajenas a las lenguas románicas o germánicas, por ejemplo. Y un largo etcétera.

Por supuesto, ni todo es bueno en Corea del Sur, ni todo es tan negativo en occidente. Simplemente es una comparación en cuanto a sentimientos que produce actualmente una u otra cultura en la persona.

Sin embargo, los fans de la cultura coreana no dejan de crecer y crecer por todo el mundo.

¿Estamos ante un cambio de paradigma sociocultural?